jueves, 24 de octubre de 2019

Mi pequeño homenaje a Francisco Franco Bahamonde

Hago un pequeño homenaje a Francisco Franco Bahamonde, jefe de Estado y caudillo por la gracia de Dios entre 1939 y 1975. Franco falleció el 20  de noviembre de 1975, tras una prolongada y dolorosa agonía; fue enterrado en el mausoleo del Valle de los Caídos el 23 de noviembre de 1975. Allí han permanecido sus restos hasta hoy 24 de octubre de 2019.

Aquí va mi pequeño homenaje a este hombre, el poema
El general Franco en los infiernos, de Pablo Neruda:


Desventurado, ni el fuego ni el vinagre caliente
en un nido de brujas volcánicas, ni el hielo devorante,
ni la tortuga pútrida que ladrando y llorando con voz de mujer muerta te escarbe
     la barriga
buscando una sortija nupcial y un juguete de niño degollado,
serán para ti una puerta oscura,
arrasada.


 En efecto.
De infierno a infierno, qué hay? En el aullido de tus legiones, en la santa leche
de las madres de España, en la leche y los senos pisoteados
por los caminos, hay una aldea más, un silencio más, una puerta rota.


 Aquí estás. Triste párpado, estiércol
de siniestras gallinas de sepulcro, pesado esputo, cifra
de traición que la sangre no borra. Quién, quién eres,
oh miserable hoja de sal, oh perro de la tierra,
oh mal nacida palidez de sombra.


 Retrocede la llama sin ceniza,
la sed salina del infierno, los círculos
del dolor palidecen.


 Maldito, que solo lo humano 
te persiga, que dentro del absoluto fuego de las cosas,
no te consumas, que no te pierdas
en la escala del tiempo, y que no te taladre el vidrio ardiendo
ni la feroz espuma.
    Solo, solo, para las lágrimas
todas reunidas, para una eternidad de manos muertas
y ojos podridos, solo una cueva
de tu infierno, comiendo silenciosa pus y sangre
por una eternidad maldita y sola.
          No mereces dormir
aunque sea clavados de alfileres los ojos: debes estar
despierto, general, despierto eternamente
entre la podredumbre de las recién paridas,
ametralladas en otoño. Todas, todos los tristes niños descuartizados,
tiesos, están colgados, esperando en tu infierno
ese día de fiesta fría: tu llegada.
    Niños negros por la explosión
trozos rojos de seso, corredores
de dulces intestinos, te esperan todos, todos, en la misma actitud
de atravesar la calle, de patear la pelota,
de tragar una fruta, de sonreír o nacer.


Sonreír. Hay sonrisas
ya demolidas por la sangre
que esperan con dispersos dientes exterminados,
y máscaras de confusa materia, rostros huecos
de pólvora perpetua, y los fantasmas
sin nombre, los oscuros
escondidos, los que nunca salieron
de su cama de escombros. Todos te esperan
para pasar la noche. Llenan los corredores
como algas corrompidas.
        Son nuestros, fueron nuestra
carne, nuestra salud, nuestra
paz de herrerías, nuestro océano
de aire y pulmones. A través de ellos
las secas tierras florecían. Ahora, más allá de la tierra,
hechos substancia
destruida, materia asesinada, harina muerta,
te esperan en tu infierno.


Como el agudo espanto o el dolor se consumen,
ni espanto ni dolor te aguardan. Solo y maldito seas,
solo y despierto seas entre todos los muertos,
y que la sangre caiga en ti como la lluvia,
y que un agonizante río de ojos cortados
te resbale y recorra mirándote sin término.

Y mi propuesta política para actuar en el futuro con los restos mortales de Francisco Franco:
Una ley orgánica de "genocidas" que permita, tras un informe de una comisión de historiadores, proceder a incinerar y esparcir en el mar las cenizas de los declarados genocidas.